sábado, 19 de diciembre de 2009

Maazel experimenta con Butterfly en Valencia

Parece que en los últimos años Lorin Maazel está decidido a experimentar con Puccini, y más concretamente con la soberbia escritura orquestal de sus celebradas páginas operísticas, tratándolas como inmensas -y bellísimas- "sinfonías con voces" en la que hay mil un detalles por descubrir al margen de los valores puramente dramáticos de las mismas, que por otra parte son inmensos. Le ocurrió con la Tosca en versión de concierto de 2007 al frente de la Filarmónica de Nueva York -con mediocre elenco- cuya toma radiofónica he tenido la oportunidad de escuchar. Le ocurrió también, a decir de todo el mundo -yo vi la función dirigida por Fournillier-, en la Turandot del Palau de les Arts de la anterior temporada. Y ha vuelto a ocurrir en la Madama Butterfly que le escuché ayer en el teatro valenciano.


¿Fue la suya una gran dirección de Butterfly entendida como lo que es, es decir, una ópera? No estoy seguro, porque a su realización le faltó el sentido teatral, narrativo si se quiere, imprescindible en toda buena labor de foso. ¿Fue una gran labor puramente sinfónica? Pues tampoco tengo la certeza, porque hubo varios excesos en la percusión (terrible el clímax de "Un bel di vedremo") fuera de lugar en la lógica del discurso orquestal.

De lo que sí estoy seguro es de que se trató de una labor propia de un director de una técnica de batuta insuperable, y de una realización no ya asombrosa en lo que a tratamiento de la orquesta se refiere, sino absolutamente reveladora. Creo que nunca, ni siquiera en las geniales grabaciones de Barbirolli, Karajan y Sinopoli, se han escuchado tantísimas cosas en esta partitura. Ni tantas ni tan bien, es decir, con tan asombrosa claridad, con semejante sentido del color, con texturas tan ricamente tratadas y con tan genial equilibrio entre sensualidad sonora e incisividad tímbrica.

Ni que decir tiene que los tempi fueron increíblemente lentos (especialmente en esta función del 18 de diciembre, me aseguró un amigo: 60', 62' y 39'), y que a pesar de semejante atrevimiento el pulso interno no decayó en ningún momento. Los resultados fueron discutibilísimos, eso creo que ha quedado claro, pero después de esta personalísima recreación de Maazel uno solo puede rendirse de asombro. El coro a boca cerrada -jamás escuchado con semejante lentitud- y los últimos compases de la obra -de una fuerza, tensión y rebeldía impresionantes-permanecerán para siempre en mi memoria de melómano.

Sobre la gran belleza plástica de la esencial producción de Marius Trelinski y sobre la más bien discreta-por no decir mediocre- labor de las voces ya ha hablado Maac -que vio la producción el mismo día que yo- en su blog. Como estoy totalmente de acuerdo con lo por él expresado, a su entrada me remito (enlace). Suerte que tiene, que va a poder disfrutar esta Butterfly más veces que yo.

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