lunes, 19 de abril de 2010

Vida Breve y Cavalleria en Valencia: inspiración y pretenciosidad

El doblete Vida breve y Cavalleria rusticana que ha ofrecido el Palau de Les Arts, que he visto en la función del sábado 17, se ha movido por parte de Lorin Maazel y Giancarlo del Monaco entre lo inspiradísimo y lo pretencioso, en una velada que tuvo momentos de gran atractivo y otros más bien soporíferos, concentrándose los primeros en el título de Falla y los segundos en el de Mascagni. Todo ello, claro está, al margen del buen nivel de las dos protagonistas vocales, de la contrastada calidad de la orquesta de la casa, y de un coro que realizó una labor irreprochable en una velada de lo más exigente en lo que él respecta, más aún con los tempi impuestos por el octogenario director musical.



Del Monaco


En la deslavazada obra del gaditano, el hijo del célebre tenor opta por eliminar todo costumbrismo del infumable libreto de Carlos Fernández Shaw y por cubrir sin la menor referencia pintoresquista los extensos pasajes orquestales vacíos de dramaturgia. Se arriesga además a entender La vida breve como una creación "a las puertas del marxismo y del existencialismo" y a ofrecer "un psicodrama, casi freudiano, sobre la situación del alma humana". Le sale muy bien, en líneas generales: hay momentos donde la relación entre música y escena debería ser más coherente, pero dada la irregularidad del material de partida es difícil sacarle mayor provecho al asunto.

La escenografía, obra del propio del Monaco, es tan simple como hermosa, como sugestiva la iluminación de Wolfgang von Zoubeck. Los hallazgos son numerosos (el ventilador que baja progresivamente, la sombra del tío Salvador, incluso la discutida presencia de la cantaora crucificada) y generan una atmósfera claustrofóbica del mayor atractivo. Todo el conjunto se beneficia, además, de una correcta y elegante coreografía de Goyo Montero, de un precioso vestuario de Jesús Ruiz y de las grandes virtudes dramáticas de Cristina Gallardo-Dômas, cuya gestualidad, desde mi ubicación en lo más alto de la sala, no pude más que intuir.

La propuesta de Del Monaco para Mascagni, procedente del Teatro Real, hace por el contrario hace aguas por los cuatro costados. Cierto es que cuando escuché las declaraciones del regista en el documental que acompaña al DVD no me disgustó tanto como cuando la vi en Madrid, ya que me quedaron claras algunas de las buenas ideas que hay en la producción, como la de concebir el nicho central que ocupa Santuzza como la madriguera de una loba acorralada. Pero el conjunto sin embargo sigue sin funcionar, y no por la transformación de la plaza siciliana en una cantera de mármol, sino por el aburrimiento que desprende el desfile interminable de campesinos y disciplinantes, por el tratamiento del coro a modo de tragedia griega (lo que en este caso equivale a decir que no había dirección de masas) y por las pocas cosas interesantes que se dice sobre cada uno de los personajes. Liliana Cavani explicó de manera mucho más meridiana la tragedia en una producción mucho más convencional cuya filmación circula por ahí y debería editarse cuanto antes en DVD (entre otras cosas porque la dirección de Muti es sensacional, dicho sea de paso).


Maazel

Soberbio trabajo del maestro norteamericano en la obra de Falla. Valiéndose de tempi reposados (unos 72 minutos) pero sin perder la tensión en ningún momento, Maazel diseccionó la partitura con un sentido del color, de la atmósfera y de la elegancia prodigioso, como también con una gran cantabilidad, evidenciando -entre otras cosas- su sintonía tanto con el mundo pucciniano como con el impresionista, con los que esta página guarda cierto parentesco. Faltaba quizá un punto de españolismo en su lectura, pero por otra parte la opción es coherente con el planteamiento escénico de Del Monaco. Dudo que se escuche en el futuro una Vida breve mejor dirigida. Como orquesta y coro eran estupendos, el disfrute estuvo garantizado.

En Cavalleria rusticana Maazel empezó en la misma línea, con lentitud no exagerada y con un enorme sentido de la atmósfera, del color y de la poesía. Todo parecía que iba a ir maravillosamente. Pero a partir de la entrada de Alfio el maestro se empeño en ralentizar de manera considerable los tempi, hasta el punto de alcanzar todo un récord: noventa y dos minutos, reloj en mano, le duró la obra de Mascagni. Como su técnica de batuta es extraordinaria, con semejante parsimonia realizó una disección de la partitura de esas que no se olvidan. Ahora bien, una cosa es construir un apasionante edificio sinfónico y otra muy distinta hacer ópera, de tal modo que algunos momentos funcionaron muy bien -que es lo que ocurrió en su igualmente lenta Madama Butterfly- y otros resultaron un verdadero disparate desde el punto de vista dramático, es decir, de lo que ocurría en la escena; el coro "a casa" resultó en este sentido irritante a más no poder. Bellísimo, concentrado e irreprochable, por el contrario, aunque no menos personal, el célebre intermezzo. Tras su interpretación fue justamente aclamado por el respetable, aunque uno puede preferir enfoques no tan contemplativos (me cuesta trabajo no citar de nuevo a Muti, que hace sonar a esta página con acongojante rebeldía).




Los cantantes


Para mí ha sido muy emocionante ver recuperada física y artísticamente a Cristina Gallardo-Dômas, que ha hecho una Salud bellísimamente cantada, sincera a más no poder, de irreprochable estilo, andaluza en su punto justo y perfectamente equilibrada entre el vuelo melódico y el desgarro verista sin ofrecer ninguna concesión de cara a la galería. Que se quedara algo corta en el grave es lo de menos. Se sometió además a las terribles exigencias de un Del Monaco que le obligaba a permanecer todo el tiempo en escena y a reaccionar en lo expresivo ante todas las situaciones. Estoy deseando, para verla de cerca, que salga el DVD que se filmó esa misma noche del sábado 17.

Jorge de León hizo un meritorio trabajo en el ingratísimo papel de Paco, lo mismo que Felipe Bou como el Tío Salvaor, aunque de justicia es subrayar la excelente abuela de la cada día más prometedora María Luisa Corbacho. La cantaora Esperanza Fernández, que lógicamente no cuenta con una técnica vocal preparada para cantar sin micrófono en grandes espacios, se quedó algo corta en volumen. Lo dicho, un DVD para comprarse en cuanto salga.

No se ha grabado, por el contrario, Cavalleria rusticana, toda vez que ya circula por ahí el del Teatro Real. La Santuzza de Anna Smirnova me ha recordado precisamente a la que en Madrid hizo Violeta Urmana, pues su vocalidad, por lo demás marcadamente eslava, posee una pasta densísima, una tesitura de gran extensión y una proyección apabullante. Incluso diría que la rusa ha superado a la lituana en el aspecto expresivo, componiendo un personaje de enorme -aunque controlado- apasionamiento. Impresionante. Junto a ella tuvo muy poco que hacer Aleksandrs Antonenko, un Turiddu de buena voz pero más bien tosco, poco matizado. Muy solvente Gevorg Hakobyan como Alfio. Sobresalió de nuevo María Luisa Corbacho, esta vez como Mamma Lucia.

En resumen: una Vida breve no perfecta pero sí difícilmente superable en su conjunto, y una Cavalleria aburrida que mereció la pena por la Santuzza y por la singularidad del planteamiento de un Lorin Maazel a ratos genial y a ratos enervante. Si quieren otra opinión, no dejen de leer el blog de Atticus (enlace).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola...en cuanto al comentario de cavalleria estoy enteramente de acuerdo con todo lo expuesto y añadiria la imperiosa necesidad que tienen los directores (musica y escena) de cargarse toda la carga dramatica de las obras, una opera tan maravillosa como cavalleria se convierte en una sucesion de bostezos a la espera de que se acabe cuanto antes....añadiria un par de opiniones ....del monaco tiene a al soprano toda la obra en escena y a la hora de los saludos quien lo hace el ultimo es el tenor (bastante más limitadito y con un timbre de voz caprina bastante desagradable) el coro impecable ha de seguir a paso lento toda la batuta del maestro (acaso LORIN MAZEL no sabe que una de las caracteristicas y obligaciones que tenia mascagni para hacer esta opera era su corta mas menos una hora?) duro 1h 45 min....el duo de tenor y mezzo (pelea de enamorados) iba a tiempo de amor elevando a los cielos el tiempo donde el baritono grita su ira y clama rabia de la venganza se cae por todos los lados....todo eso pintado en un blanco aburrido que se empeñó del monaco que termino por aburrir al mas entregado de los amantes de la opera (si su padre levantase la cabeza).....

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Es verdad, me llamó la atención de que el último que salió a saludar fue el tenor. No me pareció de recibo.

En cuanto a las duraciones sólo puntualizar que hasta ahora, que yo sepa, la grabaión que más duraba era la del propio Mascagni: 82'40''. Cifra en cualquier caso muy superada por un Maazel en plan divo, a ratos genial y a ratos genialoide.

Una cosilla más: alguien que ha estado en la mayoría de las fuunciones me ha asegurado que la Smirnova estuvo en la noche que la escuché mejor que en ninguna otra ocasión. Parece que tuve suerte.

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