miércoles, 2 de junio de 2010

Mehta estrena Qualia

La obra había surgido como un encargo para inaugurar la sala de conciertos del Palau de Les Arts, pero las vicisitudes del teatro valenciano han retrasado el estreno hasta el pasado sábado 29 de mayo, en un programacuya primera parte nos ofreció una poco inspirada recreación del Concierto para piano de Schumann a cargo de Javier Perianes (enlace). Pero bueno, lo importante es que por fin José María Sánchez-Verdú, no sé si el mejor compositor español de la actualidad pero sí el que a mí más me interesa, ha logrado estrenar Qualia-Jardí blau. Y lo ha hecho en condiciones excepcionales, con la fabulosa Orquesta de la Comunitat Valenciana dirigida por un maestro capaz de ofrecer el elevadísimo grado de dominio técnico que la partitura exige: Zubin Mehta.


Me ha gustado la obra, aunque no siempre por igual. A mi modo de ver, y conociendo en disco y en vivo una parte lo suficientemente representativa de su producción, en la música del algecireño funcionan mejor las secciones orquestales que las vocales. Su tratamiento de la voz no me termina de convencer, al menos cuando se aparta de recreaciones más o menos históricas (memorables intervenciones de Marcel Pérès y Carlos Mena en el Libro de las Estancias) e intenta ofrecer un enfoque digamos "contemporáneo", como ocurrió con su fallido Viaje a Simorg. También es verdad que ese muy estimable barítono que es Josep Miquel Ramón no ha terminado de sentirse cómodo en sus participaciones en Qualia, y que ello ha debido influir en el resultado final. El Cor de la Generalitat Valenciana sí que estuvo sensacional.

En el manejo de la orquesta Sánchez-Verdú sigue siendo un maestro. Su sensibilidad para timbres y las texturas es excepcional, como también su capacidad para dejar fluir a la música espontáneamente al mismo tiempo que esta se integra con naturalidad en el discurso global, nunca forzado aunque sí un punto reiterativo: si el primero de los ocho números de la obra, "Mural", resultó de todo punto fascinante, a medida que la interpretación avanzaba la sensación de déjà vu comenzaba a hacer acto de presencia.

En cualquier caso las sugerencias musicales son múltiples -sonidos electrónicos, referencias al código morse, fascinación por la polifonía renacentista, obsesión por el sentido panteísta de la infinitud tan esencial en la estética islámica- y se prestan a multitud de lecturas. Por otro lado, la obra se integró muy bien con el juego de luminotecnia que se ofreció a lo largo de la ejecución diseñado por el propio Sánchez-Verdú. Eso sí, es de lamentar que no se realizara ninguna grabación -ni siquiera hay toma radiofónica- para poder luego en casa ahondar en la obra pudiendo atender a los textos del filósofo mallorquín Ramón Llull que sirvieron de base a la partitura.

La interpretación fue, con la excepción ya señalada del barítono, difícilmente superable. Seguramente Mehta siente mucho más interés por Schumann que por la música del siglo XXI, pero lo cierto es que siempre ha sido un músico tan poco afín al repertorio clásico y romántico como idóneo para buena parte del contemporáneo, por su increíble dominio de ritmos y colores, así como por su capacidad para integrar una infinitud de elementos dentro de una arquitectura trazada con total solidez y perfectamente inteligible. Sus tempi parecieron más bien rápidos (unos cincuenta minutos, casi diez por debajo de lo previsto), el pulso fue indesmayable (lo contrario de lo que ocurrió con el plomizo López Cobos en el referido Simorg) y logró hacernos ver la manera en que en esta obra Sánchez Verdú se muestra menos "impresionista" y más "expresionista" de lo habitual, subrayando aristas y sustituyendo sensualidad tímbrica por cierto desgarro expresivo. Impresionantes, por lo demás, las numerosas y decisivas intervenciones solistas del estupendo Joan Enric Lluna, a la sazón primer clarinete de la orquesta valenciana.

Lo peor fue el público. Varias señoras abandonaron la sala durante la ejecución a taconazo limpio, al tiempo que una auténtica polifonía de teléfonos móviles realizaban su particular aportación a la partitura. Finalizada la obra, numerosos bravos para el compositor y huída en plan salvaje del resto del respetable. ¿Acaso esperaban ustedes otra cosa?

9 comentarios:

maac dijo...

Estoy bastante de acuerdo contigo, el Concierto de Schumann resultó aburrido, no así el Chopin del bis y el estreno de Sachez Verdú me gustó más de lo que había imaginado, apurillos del barítono, magnífico el coro y Joan Enric Lluna al clarinete. Lo que no me gustó mucho fue el espectáculo de luces, seguramente si no se hubieran visto los focos hubiera mejorado. El caso es que se me pasaron los aproximadamente 50 minutos volando y no me importaría que al año que viene volvieran a programar la obra. Respecto a Mehta me pareció que disfrutó dirigiendo, pero claro esto que digo no deja de ser una sensación. Gracias por la crónica.
¿Irás al concierto de Meier?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Vaya, Maac, no sabía que estabas allí. Me hubiera gustado saludarte. Me alegra que coincidamos en la opinión de que la segunda parte fue mucho mejor que la primera. No somos los únicos que pensamos así, por cierto.

No iré a la Meier. No sé cómo puedo dejar pasar esta oportunidad, porque Parsifal es una de mis obras favoritas y la alemana una cantante que adoro. Claro que con esa orquesta...

Al final he optado por acudir ese fin de semana a mi tierra, a ver la Traviata que hacen en Sevilla (doble reparto, producción de Zefirelli), a ver qué tal sale.

Anónimo dijo...

Me encantó la nueva obra de Verdú.
Creo que no tiene nada que ver con aquélla de Granada que también pude vivir. Lo bueno de este creador es que no se repite, y a mí siempre me fascina.
Saludos y enhorabuena por su blog!
Manuel Sierra

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas cracias :-)

Espero con impaciencia nuevos estrenos de Sánchez-Verdú.

Anónimo dijo...

Sr. Vargas Machuca, sólo le quería preguntar, pues no le entiendo, qué es lo que quiere decir al escribir que la obra de Sánchez-Verdú al cabo del tiempo le sonaba a Deja vu. Es paradójico este comentario con tintes negativos porque al escuchar los primeros compases de una sinfonía de Mozart ya sabemos por donde va a andar la composición, y lo mismo con una gran parte de obras musicales. Y cuanta más personalidad tenga el compositor tanto más será reconocible su lenguaje. Eso para mi no es algo ya oído, sino una coherencia absoluta en su trabajo creativo.
Le hago la apostilla porque el tema de la coherencia de una obra musical (y artística en general) me parece interesantísimo. Si viendo la parte del basamento gótico de la catedral de León, por ejemplo, ya inferimos que todo va a ser "gótico" y "ya visto" pues apaga y vámonos. Dudo que sea fácil una obra artística que te tenga en continuo cambio de principio a fin, sin algo homogéneo, personal o recurrente, como la cadencia de una lengua, el canto de un pájaro concreto, etc. Todos se mueven en terrenos del "deja vu". Por eso no me parece negativo, sino una parte de la coherencia de un autor personal y directo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Bien, lo de Mozart es cierto. Y Haydn tiene muchas más sinfonías aún. En todas ellas el lenguaje personal de cada uno es perfectamente reconocible, pero pienso que en las mejores obras de ambos (en mi opinión Haydn superó con mucho en el terreno sinfónico a su colega, y no solo en cantidad)cada uno tiene cosas nuevas que decir.

En Qualia tuve la impresión de que mi admirado Sánchez Verdú no tuvo tantas cosas nuevas que decir como en otras ocasiones. Que en esa interrogación continua que preside su labor compositiva en esta ocasión no se han encontrado respuestas tan sugerentes. O dicho de manera mucho más sencilla: que la inspiración no ha sido tan alta como hubiera sido deseable, si bien las fórmulas ya por él transitadas sigen funcionando con -para mí- incuestionable solidez.

Obviamente se trata de una impresión personal, pero supongo que eso se da por sabido. ¿No?

Anónimo dijo...

Yo también estuve en ese concierto, y mi opinión personal es que la obra es espléndida. Imagino que usted cuando oye a Glass o a otros minimalistas, opinará lo mismo... Las propuestas musicales no tienen que ver con ir dando nuevas ideas a cada tanto (cosa que ni Mozart hacía, como ya le escribí). Y si usted escucha a Morton Feldman, pues le parecerá un tostón porque no se adapta a su concepción (prejuicio?) de que la música tiene que estar inspirada y ofrecer esa gran "inspiración" de la que habla.
En todo caso creo que su visión del arte y de la m´suica es evidentemente romántica. Con artistas distintos a esa concepción y vuelo romántico de la inspiración usted deberá tener problemas, ¿no? Pienso en Pollock, en Warhol, en CHillida, en miles de ellos...
Saludos de todos modos. No comparto su opinión pero sí su pasión por la música. Y admiro su esfuerzo para con ella!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Eso de la concepción "romántica" de la música... pues no sé. O sí sé: sé que el asunto es mucho más complejo de lo que parece.

Lo que dijo Stravinsky de que la música "no significa nada" me parece un disparate. Pero ojo, que la música tenga que "significar" algo (y a mi juicio tiene que hacerlo) no supone necesariamente que tenga que transmitir "sentimientos", sino más bien que motivar los sentidos del receptor para conducir a su vez a un estímulo que puede ser al mismo tiempo "intelectual" o "espiritual", sin que tenga que tener también un contenido digamos "sentimental".

Como usted sabe, la gran revolución del arte contemporáneo se produjo primero en la pintura, con el impresionismo: una pintura que no significa absolutamente nada, que carece de cualquier tipo de referente digamos "expresivo" (usted ya me entiende) y que abre el camino hacia la abstracción, es decir, hacia una pintura que no hace referencia a nada que no esté dentro del la propia pintura, pero que por sí misma es capaz de producir estímulos de lo más sugerentes.

¿Hasta ahí estamos de acuerdo¿ Pues bueno, no me negará que hay cuadros impresionistas, o fauvistas, o abstractos, o informalistas, o lo que usted quiera, más "inspirados" que otros, es decir, más o menos capaces de conducir a esos estímulos, independientemente de que haya o no una "expresividad a la romántica de por medio". Aunque por cierto a un Kandinsky o a un Rothko también le preocupaban bastante los aspectos "espirituales" de su pintura.

Por simple curiosidad: adoro a Pollock, me gusta bastante Chillida, me interesa Warhol (más a nivel teórico que en la práctica, como me ocurre con todo el llamado arte pop) y no me entusiasma el minimalismo en las artes plásticas, aunque en la música sí que me atrae mucho John Cage (no así Glass, al que usted cita).

Un cordial saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Se me olvidaba! Morton Feldman no me parece un tostón, sino todo lo contrario, como creo que dejé claro aquí

http://flvargasmachuca.blogspot.com/2010/08/una-noche-con-cage-cardew-skempton-y.html

En fin, y por si no ha quedado claro, me gustan muchísimo los grandes artistas de la arquitectura, las artes plásticas y la música del siglo XX, pero creo que -como en todos los periodos anteriores de la historia del arte- hay que distinguir entre artistas mayores y menores, y entre obras más conseguidas y menos conseguidas. Eso justamente en lo que me pasa con Qualia: me parece una buena obra, pero no me ha estimulado tantísimo como otras obras de este -para mí y para muchos otros, pero no para todos- enorme compositor que es Sánchez Verdú. Saludos.

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