domingo, 17 de abril de 2011

Recital Wagner de Barenboim y Pape

Los que pensamos que Daniel Barenboim es el mayor talento interpretativo de la actualidad y que René Pape uno de los mejores cantantes de su generación esperábamos este disco, registrado el pasado verano con toma sonora no del todo acertada, como agua de mayo. Primero porque representa el retorno del argentino a Deutsche Grammophon, con un contrato en exclusiva tras un largo periodo de casi total ausencia del sello amarillo debido a desencuentros con sus directivos. Segundo porque se trata de un monográfico dedicado a uno de los compositores mejor entendido por los dos protagonistas, Richard Wagner, y por ende se podían esperar los más felices resultados. Así ha sido, pero me gustaría apuntar unos cuantos matices y algún reparo menor.

El bajo-barítono alemán está en un momento dulce de su carrera, cantando los papeles más atractivos en los mejores teatros. Al mismo tiempo está madurando desde el punto de vista expresivo: la autoridad con que canta a Wotan, difícil de encontrar en los cantantes de los últimos lustros, pone bien de manifiesto su altura interpretativa. Por no hablar de la nobleza de su Gurnemanz o la humanidad de su Hans Sachs (a quien no obstante le puede dar aún otra vuelta de tuerca). A esto, que es lo más importante, hay que sumar una bellísima línea de canto que a la incisividad germana une un sentido del legato que, demostrando el contacto de Pape con el universo mozartiano y verdiano, le viene estupendamente a este repertorio. Su dicción y su capacidad para el matiz son por lo demás proverbiales.

Ahora bien, y aun estando en un estado vocal excelente, hay dos o tres momentos (la sección central de los Adioses, la romanza de Wolfram) donde parece tener algún problema a la hora de cantar piano. Habida cuenta la jauría de perros ladradores que destrozan este repertorio tal reparo es una minucia, pero a mi modo de ver Pape tiene aún que consolidarv algunas cuestiones técnicas para terminar de convertirse en el más grande representante de su cuerda en nuestros días. No le vendría nada mal dejar de fumar, dicho sea de paso.

Barenboim, por su parte, ha dejado atrás la madurez para pasar a una fase de digamos “ancianidad transfigurada”, un poco a la manera de un Celibidache o un Giulini. Se nota en su labor al piano y también a la batuta. Su Wagner no es ahora tan escarpado como antes; ha perdido el nervio que a veces, cuando se dejaba llevar por la pasión, le sobraba a sus interpretaciones, pero también ha desaparecido parte de ese sabor digamos juvenil, rebelde y con frecuencia fatalista que lo hacían muy atractivo. A cambio ha ganado en concentración, en sensualidad, en ternura y en… ¿dulzura? Pues sí, aunque parezca mentira en un Barenboim que cada vez está menos por agitar conciencias y más por ofrecer belleza trascendida.

Por todo lo dicho no es de extrañar que se eleve a las mayores alturas en la larga escena de la llegada de Parsifal (¡emocionante a más no poder Plácido Domingo en sus intervenciones!) y los encantamientos del Viernes Santo, inesperados portamenti incluidos; que en los adioses de Wotan, pese a un arranque arrebatador y a una sección central de acngojante ternura, no dé lo mejor de sí; y que el final del segundo acto de Maestros -excepcional Pape como el sereno- logre aunar sentido del humor con las más sensuales texturas de una manera no del todo esperada en el habitualmente riguroso y circunsopecto Barenboim. No diré que su Wagner de ahora sea mejor que el de entonces, tampoco lo contrario, pero sí que resulta distinto y apasionante.

La Staatskapelle de Berlín, estupenda. Hay orquestas técnicamente mejores que esta (más seguras, más brillantes), pero pocas tan adecuadas para el universo wagneriano. Barenboim la moldea con una plasticidad admirable, sabiendo no confundir a Richard Wagner con John Williams, dicho sea con todos los respetos a mi admiradísimo compositor de bandas sonoras. Su sonido, por ende, no se basa en la brillantez de violines y metales, sino en un empaste aterciopelado que atiende al "centro" de la orquesta con un admirable equilibrio polifónico en el que toda línea musical tiene su sentido. Por otra parte la claridad y el sentido del color son irreprochables, como también su manerae dotar de intención a cada frase: escúchese cómo Barenboim aborda el arranque del final del acto de II de Maestros para corroborar lo que decimos.

Pueden escuchar fragmentos del disco en su página oficial (enlace).


PD. Otro comentario sobre esta grabación en el blog de Ángel Carrascosa (enlace).

4 comentarios:

Urbain dijo...

Sorprende,Fernando, que no haga ninguna referencia a la grabación completa de "Parsifal" que ha efectuado recientemente Pape con Valery Gergiev, unánimenente alabada por toda la crítica.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Es que no la he escuchado! Esa grabación es, en cualquier caso, importante por dejar testimonio de la Kundry de la Urmana, de la que solo se conservaba -hablo de registros comerciales- el segundo acto con Domingo, también con Gergiev. La mezzo me dijo hace años, en la firma de autógrafos tras un recital en Granada, que iba a dejar el rol para siempre y que no pensaba llevarlo al disco completo. Por fortuna ha cambiado de opinión.

Urbain dijo...

Yo la escuché el pasado agosto en la versión de concierto de "Parsifal" que se hizo en Santiago de Compostela y su Kundry fue de absoluta antología.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Yo la disfruté en Valencia bajo la dirección de Maazel. Seguramente hay Kundrys mejor interpretadas, pero dudo que haya una sola mejor cantada.

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