domingo, 8 de julio de 2012

Abbado con Faust y Von Otter en Berlín

El pasado once de mayo las cámaras de la Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín registraban la visita anual de Claudio Abbado a la que fuera su orquesta. Berg y Schumann en los atriles. Magnífico sin duda el Concierto a la memoria de un ángel, donde el maestro milanés y la espléndida Isabelle Faust repiten su logro de hace dos años para Harmonia Mundi. A lo que escribí en este blog sobre el disco en cuestión me remito (enlace), no sin añadir ahora que –como siempre- es una delicia ver el gesto de Abbado en el podio, pero también que la interpretación de Andris Nelsons dirigiendo a Baiba Skride con la misma orquesta disponible -asimismo previo pago- en la referida web, ya comentada por aquí (enlace), resulta tan distinta a ésta y tan notable que debe ser conocida para obtener una visión complementaria de la fascinante partitura.

Abbado Faust Berg Berlin DCH

Para los Altenberg Lieder se cuenta con la presencia de una Anne Sofie von Otter ya definitivamente reconvertida en soprano corta de timbre descolorido; por fortuna, la sueca es una artista de enorme altura y su recreación, en el punto de equilibrio justo entre posromanticismo y expresionismo, posee toda la sutileza en la inflexión, variedad anímica e inquietante ambigüedad que la obra demanda. Abbado dirige con enorme meticulosidad haciendo gala de su increíble dominio de los colores y las texturas, expuestas con claridad meridiana y gran riqueza de matices.

Obertura Genoveva y Segunda de Schumann completaban el programa. Resultados previsibles: enorme lección de virtuosismo de batuta por parte de un Abbado que sabe hacer sonar a la Berliner Philharmoniker aunando opulencia y refinamiento extremo, y exprimir los recursos de la misma para ofrecer interpretaciones de corte apolíneo, muy fluidas y naturales, ajenas por completo a la precipitación o al exceso, maravillosamente cantadas, pero seriamente perjudicadas por la consabida tendencia del maestro a hacer sonar los violines con excesiva ingravidez y, sobre todo, por su negativa a no ver más que una sucesión de sonidos de increíble belleza. Cuando pienso en el grito desgarrador que Mitropoulos sabía descubrir en el adagio de la sinfonía y lo comparo con lo que hace Abbado, se me abren las carnes.

En cualquier caso se trata de una interpretación de alto nivel, si bien la de Rattle en la propia Digital Concert Hall, abiertamente dionisíaca y por ende muy distinta, resulta para mi gusto más atractiva que ésta. Dicho queda.

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