miércoles, 18 de julio de 2012

Segunda integral de las sinfonías de Beethoven por Brüggen

Cuando el pasado mes de mayo escuché en Úbeda a la Orquesta del siglo XVIII me sorprendió ver en el stand dispuesto por los propios músicos, entre muchos discos del sello Glossa, una grabación de la que no tenía noticia: nueva integral de las sinfonías de Beethoven a cargo de la formación holandesa y de su titular Frans Brüggen, registrada en directo en Rotterdam en octubre de 2011 y editada por ellos mismos bajo el sello The Grand Tour. Como me ofrecían un buen precio decidí comprarla, toda vez que -me aseguraban y es verdad: ni en la página web hay rastro- la cajita sólo se puede adquirir en Holanda. Dejando al margen la parquedad de la presentación y una toma sonora que resulta algo reverberante y no del todo clara, no me arrepiento lo más mínimo: se trata de la mejor integral con instrumentos originales, superando los artistas incluso la que ellos mismos había registrado -también en vivo- para Philips entre 1984 y 1992, que aun siendo de interés evidenciaba importantes limitaciones.


La gran virtud de esta nueva integral, como en la de Philips, radica en ofrecer una sonoridad completamente nueva para Beethoven -la historicista, por la utilización de instrumentos originales y el tratamiento de los mismos con una articulación particular- respetando la expresividad tradicional, con todo lo ésta que tiene de densidad, empuje y carácter dionisíaco. A Brüggen y sus músicos no les hace falta frasear a saltitos (Norrington), ni resultar más ásperos que el papel de lija (Gardiner), ni mostrarse abiertamente vulgares (Hogwood), ni condenar al personal al bostezo perpetuo (Van Immerseel). El holandés supo señalar, en fechas relativamente tempranas, que renovar al genial sordo en su sonido no significa trivializar -y menos aún ridiculizar- la carga expresiva de su música. Lo que ocurre es que ahora, en 2011, Brüggen dirige bastante mejor que antes, con mayor musicalidad e inspiración, y aunque vuelve a haber importantes puntos flacos -Sexta, Novena-, los resultados son ahora en la mayoría de las sinfonías superiores a los de antes.

Hay que hacer notar, en cualquier caso, que la propia personalidad de Brüggen va a marcar una dirección expresiva muy concreta, pues los aspectos más combativos, escarpados y rebeldes de la música de Beethoven van a esta en clara ventaja frente a los que tienen que ver con la cantabilidad, con el humanismo  o con la distensión contemplativa; el sentido del humor, finalmente, es en Brüggen más bien sarcástico, y en cierto sentido recuerda -salvando las distancias- al de Klemperer, por lo que no hay nada aquí del encanto, del carácter juguetón o de la coquetería que tanto gusta poner en primer término al citado Norrington o al Abbado más reciente, entre otros. Por eso mismo no se comprende cómo algunos, alegremente, ponen este Beethoven al lado de los otros historicistas y enfrentado a los tradicionales, cuando en el fondo el holandés se encuentra más cerca de algunos de estos últimos que de la mayoría de los primeros.

Concretemos. En cuanto a la Primera, ya escribí en mi comparativa que Brüggen ofrece una lectura “en la misma línea que su interpretación anterior, amplia, con densidad no sonora pero sí conceptual, poderosa y con sentido dramático, añadiendo además una rusticidad propiamente historicista. Al segundo movimiento sigue faltándole un punto de emotividad, pero el tercero parece más conseguido. Los extremos, algo más lentos ahora y maravillosamente expuestos, son todavía mejores que antes”.

En su correspondiente comparativa, ya dije que en la Segunda “el maestro holandés repite y mejora su acercamiento de veintitrés años atrás haciendo uso de unos tempi más amplios que le permiten paladear mejor la música y, sobre todo, añadir la poesía que entonces le faltaba a un segundo movimiento que ahora sí que está bastante conseguido”.

La Heroica ya ofrecía antes un buen nivel. Ahora Brüggen vuelve a acertar al no caer en liviandades, en agresividades innecesarias, en rigideces y en otras señas propias de una mala interpretación de los planteamientos filológicos, pero por desgracia no solo no logra inyectar la calidez y el vuelo lírico que debe, sino que tampoco logra tensar la arquitectura con la solidez adecuada. El primer movimiento sería magnífico si no fuera por determinados altibajos que rompen la continuidad del discurso; al segundo le faltan densidad y fuerza visionaria; el tercero está bastante bien y en el cuarto las variaciones están tratadas con éxito desigual, siendo de apreciar el sentido del humor un tanto socarrón del director.

Nuestro artista corrige sustancialmente en la Cuarta las insuficiencias de su registro veintiún años anterior y ofrece una lectura en la misma línea rústica, áspera y con elevado sentido de lo dramático, pero paladeada ahora con mayor hondura, elocuencia y lenguaje beethoveniano. Aun sobran quizá algunos momentos de violencia que Brüggen suprimirá en su filmación del año siguiente con la Filarmónica de Cámara de la Radio de Holanda comentada en este mismo blog, si bien aquí en Rotterdam sí está la electricidad que más adelante se echará en falta. En cualquier caso, notabilísima interpretación en la que la falta de claridad de algunas líneas puede achacarse quizá a la toma sonora.

Siempre interesado por los aspectos combativos de la música beethoveniana, el maestro holandés mejora su antigua lectura de la Quinta eliminando violencia gratuita y atendiendo más a la naturalidad del fraseo, pero aun así no logra redondear su interpretación, resultando particularmente descafeinado el primer movimiento. En el segundo hay detalles poco convincentes. Tercero y cuarto son francamente buenos, aunque la transición entre ambos sigue sin estar bien resuelta. Aquí tienen, completita, una lectura ofrecida en Japón en 2002 que va por la misma línea que la comentada.


En la Pastoral, la gran ventaja de este registro frente al de Philips es la toma sonora, antes muy plana y sin graves, ahora con todo el relieve que se necesita para apreciar la plasticidad con la que el maestro holandés maneja a su espléndida orquesta. Interpretativamente los movimientos que más siguen convenciendo son la danza de los pastores -ahora más natural y sin los tirones de tempo algo agresivos en la sección que imita a la zanfoña- y la muy bien realizada tormenta. Los demás se desarrollan con fluidez y concentración, pero las dificultades del maestro holandés para ofrecer poesía se vuelven a poner en evidencia. Tampoco la delgadez de la cuerda y su falta de vibrato parecen lo más adecuado para esta partitura.

La Séptima vuelve a poner en evidencia las maneras de Brüggen: cuerda ácida, timbales secos, fraseo incisivo mas no pimpante, tempi moderados, sobriedad, tensión dramática y adecuado empuje, mejorando quizá el desequilibrio de planos sonoros que se daba en su registro anterior. De admirar de nuevo el interés por ofrecer un Beethoven en absoluto trivializado, aunque sigue echándose de menos la ausencia de calor humano; incluso puede hablarse de una relativa frialdad.

En la Octava nuestro artista ya no cae en la tosquedad ni en la violencia gratuita de su grabación de antaño, aunque de nuevo le falta una dosis de elegancia, refinamiento y vuelo lírico. También hay que censurar que el gran crescendo del primer movimiento no está del todo conseguido y que los timbales suenan un tanto excesivos, aunque esto último puede deberse en parte a la toma. En cualquier caso, una interesante lectura en una línea enérgica y poderosa, con garra, desde luego mucho antes dramática que distendida.

En la Novena Brüggen vuelve a fracasar con una lectura precipitada, cuadriculada, escasa en matices, desinteresada por el peso los silencios y sin rastro de poesía. También es cierto que patina fundamentalmente en los movimientos pares, bastante mediocres. El segundo, algo descafeinado, es en cualquier caso sensato y muy correcto, mientras que el cuarto hubiera funcionado de manera satisfactoria de no ser por la marcialidad de los primeros “freude” del coro -que no estaba en la grabación de 1992- y por la intervención del bajo Michael Tews, buena voz con serios problemas técnico. Blandorro Marcel Beekman, bien Rebecca Nash y Wilke te Brummelstroete. Notables los coros, Laurens Collegium y Laurens Cantorij de Rotterdam. Seguimos pues sin una Novena con instrumentos originales digna de escuchar, aunque al menos ésta no es para partirse de risa, como sí lo eran la de Norrington para EMI, la de Herreweghe para Harmonia Mundi y, sobre todo, la de Hogwood en Decca.

En cualquier caso, e independientemente de las irregularidades señaladas, nos encontramos ante una integral de mucho interés cuyo conocimiento sería casi inexcusable -esto es más que un experimento- si no fuera por la imposibilidad de comprarla fuera de las fronteras holandesas. Lo ideal sería que Glossa la editara en condiciones y le diera distribución mundial. Si alguno de sus responsables leyera por casualidad estas líneas, rogamos escuche nuestras súplicas.

2 comentarios:

José Manuel Recillas dijo...

Muy interesante tu reseña de este segundo ciclo beethoveniano de Brüggen. Me es imposible opinar al respecto, puesto que la serie es imposible comprarla en México. Pero te puedo decir, de tu comparación con las diversas versiones que citas, que pese a estar de acuerdo con algunas opiniones (la de Hogwood no podría estar más de acuerdo, pero no con la de Herreweghe), me parece que te falta un ciclo que, en mi opinión, es, pero muy por encima de todas las demás, y muy de lejos, la mejor grabada, y es la de The Hanover Band, que fue el primer ciclo completo en grabarse con instrumentos de época. Lo curioso es que los integrantes de la orquesta son prácticamente los mismos que la de la Academy of Ancient Music, pero el resultado es simplemente espectacular y brillantísimo. La toma de sonido es extraordinaria, la mejor toma de sonido que se haya realizado para una orquesta de este tipo. Suntuoso y brillante, además de hiper-transparente, la orquesta interpreta todas la sinfonías con elegancia y brillantez insuperable, con una atención al detalle extraordinaria. De verdad sigue siendo, para mí, un ciclo insuperable en calidad interpretativa y en producción y postproducción. No sé si todavía se consiga en Europa este ciclo, pero yo lo conseguí en disco separados en México en unos stands de ofertas donde todo mundo se llevaba el ciclo entero dirigido por Von Karajan, y en mi interior algo me dijo que le prestara atención a estas versiones, y en verdad han valido la pena. Y me gustaría proponerte un intercambio virtual. Te mando un link para que descargues el ciclo entero en mp3 @ 320 kbps, ripeado en EAC por mí, y si te parece, hazme una copia del ciclo en idéntica calidad. Te dejo mi e-mail por si te interesa.

jmrecillas@outlook.com

Puedes buscar mi perfil en la web, y verás que soy crítico musical, poeta, traductor, y tengo dos programas semanales de radio por Internet. Saludos desde México

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias por los comentarios, José Luis. Al final el sello Glossa (del que es uno de los repsonsables Emilio Moreno, excelente violinista miembro de la Orquesta del Siglo XVIII) ha editado ese ciclo por su cuenta, y además en formato SACD, siempre con buena distribución, al menos en Europa.

En cuanto al ciclo de la Hanover Band, solo he escuchado la Primera, que encontré por 1 libra en una maravillosa tienda de Londres donde venden discos de seguunda mano. No me gustó apenas la interpretación, a decir verdad, como comenté por aquí:

http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2011/11/primera-sinfonia-de-beethoven.html

Sea como fuere, muchas gracias de nuevo por tu aportación. Un cordial saludo.

La Carmen de Callas

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