miércoles, 15 de mayo de 2013

Si no pones publicidad, no hay crítica

En abril de 2005, el Gran Teatro de Córdoba reponía su antigua producción propia de Don Pasquale dirigida por Francisco López, por esas fechas director del Teatro Villamarta de Jerez; participaba mi paisano Ismael Jordi en el rol de Ernesto. Yo estaba por entonces trabajando en un instituto de Peñarroya-Pueblo Nuevo, al norte de la capital, y a pesar de ser ya consciente del desprecio que hacia mí sentía el citado López, e intuyendo –sin terminar de creérmelo: iluso que era yo– la campaña de desprestigio que hacia mí estaba montando José Luis de la Rosa, corresponsal jerezano en Ritmo –especializado en peloteo descarado– y esposo de la regidora de esta y otras producciones del citado director escénico, decidí pasarme por Córdoba para disfrutar de una función que prometía ser tan disfrutable como la que, con idéntica puesta en escena y el mismo tenor, había visto años antes en mi tierra.

Aunque yo por entonces escribía en Filomúsica.com, me pareció interesante proponer a Ritmo realizar una reseña del espectáculo en cuestión. Lo que me dijeron desde la redacción me dejó un tanto trastornado: “vale porque eres tú, pero que conste que del Gran Teatro no acostumbramos a publicar nada porque no ponen publicidad en nuestras páginas”. ¡Toma ya! Ahí empecé a darme cuenta de cómo funcionaba este mundillo de las corresponsalías. En fin, fui a la función y la disfruté todo lo que era de esperar.

Cuando al terminar acudí a saludar a mis paisanos me dejaron muy claro que yo no era bienvenido. Obviamente no me dejé llevar por semejante circunstancia y escribí lo que tenía que escribir, esto, es, lo que realmente pensaba; en este caso, una valoración globalmente positiva, y muy positiva para ese mismo Francisco López que, mintiendo con todo el descaro, años más tarde diría que habitualmente le pongo mal. El texto lo tienen ustedes aquí abajo. Jamás lo publicaron en Ritmo. Aún estoy esperando una explicación. No hace falta que les diga que esta es una de las múltiples razones por las que abandoné la revista. Poco a poco iré detallando otras.

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LABOR DE EQUIPO
 
Alcanzó un buen nivel el Don Pasquale presentado en Córdoba el pasado abril. Y lo hizo porque funcionó estupendamente lo que realmente tiene que funcionar en una velada operística para que ésta, por encima de las casi siempre inevitables desigualdades vocales, sea en verdad convincente: las direcciones escénica y musical. Después de doce años sigue funcionando a las mil maravillas la clásica y muy cuidada producción propia a cargo de quien precisamente fuera director del Gran Teatro durante sus ya lejanos años de esplendor, Francisco López, mientras que la batuta de Fabricio Carminati mostró no sólo una extraordinaria solvencia como acompañante sino también una más que notable inspiración musical al frente de una orquesta que -eso sí, la verdad sea dicha- dista de vivir su mejor momento. 
 
Así las cosas, los cantantes realizaron una sólida labor de equipo en la que lograron hacerse perdonar determinadas irregularidades, inadecuaciones e insuficiencias técnicas y estilísticas haciendo valer sus mejores armas: el veterano y muy simpático Bruno de Simone su enorme sabiduría escénica y portentoso verbo para decir –con estilo e inteligencia– los roles cómicos que le han hecho famoso; la bellísima Elena de la Merced su innata musicalidad y elevada capacidad a la hora de matizar atendiendo al sentido del texto para componer una Norina fresca y pizpireta tanto en lo canoro como en lo escénico; el cada día más reconocido Ismael Jordi sus estremecedoras medias voces y elegantísima línea belcantista para repetir un Ernesto que ya en su memorable debut de hace cinco años no estaba menos logrado; y el joven barítono onubense Juan Jesús Rodríguez –el más flojo de los cuatro– un torrente de voz privilegiada que se halla a la espera de importantes logros en otros repertorios.
 
Fernando López Vargas-Machuca
Gran Teatro
Córdoba

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