viernes, 8 de julio de 2016

Noche folclórica con Axelrod: vulgaridad y trazo grueso

Acudí ayer a Sevilla para escuchar el último programa de abono de la ROSS. Justo cuando me bajaba del tren, un amigo me mandaba un WhatsApp preguntándome qué me parecía John Axelrod. Le respondí que aún no lo tenía claro, porque le he escuchado pocas cosas Candide en La Scala y algunos conciertos en el Maestranza–, pero que de momento me daba la impresión de ser un director "muy norteamericano: vistoso y encendido pero algo basto". Pues bien, el resultado artístico de la velada no hizo sino confirmar mi impresión y subrayar la parte más negativa de la misma.


Comenzó el concierto, que iba de tema hispano y folclórico, con la Sinfonía sevillana de Joaquín Turina, no precisamente la mejor obra del autor pero sí una página agradecida que se escucha con placer si se saben extraer sus bellezas. Axelrod lo consiguió en un segundo movimiento paladeado con concentración, sensualidad y vuelo poético, pero no en los dos extremos, en los que dejó bien claras cuáles iban a ser las señas de identidad de sus lecturas: mucha vehemencia, mucha vida y mucha espectacularidad, pero con trazo considerablemente grueso –texturas espesas, amazacotadas–, tendencia al decibelio descontrolado y evidentes caídas en el efectismo. Todo sonó mucho, pero sonó regular y muy de cara a la galería.

Venía a continuación un estreno mundial encargo de la ROSS: Arabescos, para violín y orquesta, del cordobés Lorenzo Palomo. Obra ecléctica, magníficamente escrita, en la que el compositor arrincona caso por completo sus señas más o menos nacionalistas –aún así, hay alguna que otra pincelada que podría haberse ahorrado– para ofrecer fuerza expresiva y marcados acentos dramáticos. Desdichadamente, tras diez minutos empieza a agotar sus ideas, y como en total dura veintidós, a la postre termina aburriendo. Alxerod hizo aquí un trabajo técnico formidable, pero quien deslumbró fue Alexandre Da Costa (Montreal, 1979), un señor que en tiempos llegó a ejercer de concertino de la ROSS y que ahora ha demostrado ser un solista de bandera, no ya por su sonido homogéneo, denso y de una firmeza asombrosa, sino por su capacidad para inyectar tensión, intensidad y sinceridad a una obra recién salida del horno.

Vino luego la Sevilla de Albéniz, en orquestación de Frühbeck de Burgos. La interpretación fue vulgar a más no poder (¡qué arranque, cielo santo!), estruendosa y chabacana, llena de contrastes dinámicos extremos y con una percusión desatada. El maestro burgalés, no precisamente el colmo de la finura como director, lo hacía muchísimo mejor.

Volvió Da Costa para los Aires gitanos y la Habanera –arreglo de Bizet– de Sarasate, dos páginas que necesitan no solo un violín de virtuosismo supremo sino también un intérprete de un fuego y una sinceridad tales que nos hagan creer que son más que pirotecnia. Pues bien, este señor lo consiguió con creces ofreciendo recreaciones verdaderamente espectaculares, pero también llenas de expresividad. De los mejores solistas que recuerdo junto a la Sinfónica de Sevilla, así de claro. Vida breve de propina, bien acompañado por un Axelrod colorista y entusiasta.

Tras un intermedio en el que parte del público se marchó pensando que el concierto había terminado –la primera parte resultó larguísima–, llegaron las Suites nº 1 y 2 del Sombrero de tres picos. Aquí Axelrod pareció dar lo mejor de sí mismo: aunque es cierto que siguió prestando más atención al trazo global que al detalle, y también que hubo un muy serio despiste en las maderas en La tarde, la batuta controló su tendencia al efectismo e hizo gala de un sentido del ritmo, de una jovialidad y hasta de una autenticidad folclórica encomiables. La Farruca, extraordinaria. ¡Qué fuerza y qué garra! Pero llegó la jota final: aquí el maestro volvió a desmelenarse y montó la Obertura 1812. Un horror. 

La orquesta evidenció desigualdades. Espléndida la cuerda, bien las maderas, estupendas las trompas y menos bien el resto de los metales, particularmente unos trombones que no empastaron en ningún momento y que sobreactuaron en más de una ocasión con la total complicidad del podio. "Con este concierto, los grandes músicos de la ROSS nos dejarán muy claro no solo lo que es una Sinfonía sevillana, sino también lo que significa una nueva era", dice el maestro en el programa de mano. Pues sí, queda bien claro lo que va a ser esta nueva era con Axelrod de titular.

3 comentarios:

Julio Salvador Belda Vaguer dijo...

Querido Fernando no sé si corresponde o ejor dicho sustituye al Concierto de Clausura de la Universidad que en años anteriores han sido un éxito espectacular de público, de crítica y unos conciertos sensacionales para disfrute de todos. Pena me da que determinadas motivaciones hayan llevado a reemplezarlo por "un concierto más".
Esta Sevilla mía que apaga cuando puede el éxito de otros.
Pena de Orquesta y pena de programadores.

Andrés dijo...

El concierto de clausura de curso de la Universidad fue el 29 de junio, con un programa poco imaginativo de "Coros de ópera", con el mediocre Coro de Ópera de Málaga, la mezzo Marina Pintchuk y un vulgar y poco fino Rodrigo Tomillo a la batuta. Como ve, poca imaginación una vez más y peor calidad, con una Sinfónica relajada y poco motivada por una batuta errática.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Andrés, muchísimas gracias por la aclaración.

Julio, lamento no haberte podido responder: la verdad es que no tenía idea de cómo iba este asunto. Por suerte te han podido resolver la duda.

En cuanto a los programas de la era Axelrod, me gustaría explicar mi opinión. En principio me parece bien diversificar el repertorio, incluir obras poco habituales y romper las barreras entre la música culta y las músicas más o menos populares. Yo mismo soy un decidido partidario de que la música de cine se incluya dentro de los programas de las grandes orquestas (así lo ha sabido entender, por ejemplo, el mismísimo Rattle con la Filarmónica de Berlín). Pero claro, una cosa es eso y otra es confeccionar programas en los que la mayoría de las obras, e incluso su totalidad, son músicas claramente menores: es justamente lo que pasó en el concierto que he comentado, dicho sea con todo el respeto del mundo a Turina, a Sarasate y a Lorenzo Palomo. Por cierto, tampoco parece que compositores como el citado en último lugar o como Fazil Say (cuya musica a mí me parece muy mediocre, dicho sea de paso) sean precisamente los más representativos de la creación contemporánea.

En fin, alabo las intenciones de Alxelrod, pero creo que se está equivocando a la hora de programar. Y que también se equivoca a la hora de utilizar su talento ofreciendo interpretaciones tan de cara a la galería, tan claramente enfocadas a buscar el aplauso del público menos experimentado. Seguro que él sabe hacerlo muchísimo mejor.

Un saludo.

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