sábado, 4 de febrero de 2017

El impresionante debut discográfico de Shlomo Mintz

En febrero de 1980 Shlomo Mintz se adentraba en el mundo discográfico grabando los conciertos para violín de Bruch y Mendelssohn el nº 1 de los respectivos autores en ambos casos– nada menos que para Deutsche Grammophon y en compañía de Claudio Abbado y la Sinfónica de Chicago. El chico no había cumplido aún los veintitrés años, pero aun así los resultados fueron memorables no solo en el plano técnico, sino también en el expresivo: su madurez era ya absoluta.


En esa obra maestra que es la página de Bruch nos encontramos violín de sonido firme, luminoso e increíblemente bello fraseando con la mayor intensidad imaginable y un vuelo poético (¡qué segundo movimiento!) de una ternura, un humanismo y una cantabilidad insuperables, acompañado por un inspiradísimo Abbado que todavía exhibía esa mezcla de técnica suprema y compromiso expresivo que le caracterizaban en su juventud.

En la página de Mendelssohn, no menos magistral que la que ocupa la primera mitad del disco, Mintz despliega de nuevo un sonido maravilloso y una poesía infinita, además de un virtuosismo aplastante, mostrándose capaz de ofrecer mil matices sin menoscabo de la línea global y sin caer en el menor amaneramiento. Aporta además un apreciable regusto dramático en el segundo movimiento, pero lo hace sin que se resientan la delicadeza y la elegancia propia del autor. En este sentido, Abbado sabe hacerlo sonar al mismo tiempo ágil y con cuerpo, sin esas sonoridades ingrávidas y relamidas que caracterizarán a sus acercamientos posteriores a este compositor; memorable su manera de hacer cantar a la cuerda en el tercer movimiento, delicioso y sin el menor atisbo de frivolidad.

El registro se realizó con una toma analógica y de formato cuadrafónico, lo que resultaba ya un tanto pasado de moda cuando todas las compañías olvidaban la cuadrafonía para apuntarse al digital. En cualquier caso, sonaba estupendamente. Lo que ahora nos interesa es que el sello Pentatone ha recuperado en SACD la toma en cuatro canales con excelentes resultados: la orquesta suena al fondo y los canales traseros se usan para otorgar sentido espacial, no para deslumbrar con efectismos. Disco imprescindible.

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