miércoles, 20 de septiembre de 2017

El Shostakovich del anciano Rozhdestvensky

El melómano bruckner13 nos hace un favor a todos los amantes de la música de Shostakovich subiendo a Vimeo un par de audios de singular interés: Gennadi Rozhdestvensky dirigiendo la primera y la última sinfonías del compositor soviético frente a la Staatskapelle de Dresde en un concierto celebrado el 22 de junio de 2017, es decir, hace tan solo unos meses. Morbo enorme descubrir cómo hace este repertorio a sus ochentaiséis años de edad el que ha sido uno de los dos mejores directores –el otro fue Rostropovich– de la música del autor de La nariz. La audición supone toda una sorpresa, porque las cosas han cambiado mucho desde los tiempos de su justamente célebre integral para el sello Melodiya.


Y es que el maestro parece haber entrado por completo en eso que llamamos fase “de anciano director”, esa misma a la que han sido ajenas personalidades como la de Kubelik, Solti o Haitink –este último de momento, veremos si cambia cuando llegue a los noventa–, pero que resulta evidente en maestros como Furtwängler, Klemperer, Böhm, Giulini y, sobre todo, Celibidache. Los tempi se ralentizan, las tensiones se relajan –en ocasiones en exceso, con Rozhdestvensky también–, el sentido de la atmósfera se impone sobre la vehemencia, y la expresividad pierde garra dramática para dar paso a una desmaterialización en la que los aspectos más abstractos y espirituales de la música –no necesariamente religiosos– se ponen en primer plano.

Buen ejemplo de lo expuesto es esta Primera de Shostakovich lentísima (41’1'' frente a los 36’06'' de Celibidache/Múnich, ahí es nada) en la que no hay ni rastro de la electricidad ni de la virulencia expresionista con que abordaba esta música en los años setenta y ochenta –impagables testimonios en Brilliant y Melodiya–. Tampoco queda mucho de ese humor corrosivo marca de la casa; ahora es más irónico y distanciado, aunque no precisamente amable. Sí que permanecen el sentido de la negrura, del dolor y del patetismo del tercer movimiento en una recreación que termina siendo extremadamente sombría, mucho antes otoñal que juvenil, como si el director quisiera conectar con el carácter esencializado y la atmósfera mortuoria de la Sinfonía nº 15 que ofrecerá en la segunda parte del concierto.

En cierto modo, se podría decir que esta es la interpretación de una obra que en su momento fue literalmente “de conservatorio” –aunque ya de una asombrosa madurez–, realizada mirándola desde el final de la vida del compositor, y por ende filtrándola por todas sus amargas experiencias vitales. El resultado es no poco fascinante, por momentos revelador, aunque no se puede decir que sea una lectura redonda: para hacer plena justicia a esta música hacen falta picos de tensión mucho más marcados –al maestro se le va el pulso–, mayor variedad expresiva y una buena dosis de esa mala leche del Rozhdestvensky de antaño. El final del cuarto movimiento, pesante y carente de desgarro, deja un mal sabor de boca al concluir una recreación que, pese a sus desigualdedes, debe ser escuchada por todo shostakoviano que se precie.


En la escalofriante Decimoquinta el maestro se aleja muchísimo de su rabiosa, tremenda grabación de los 1983 para Melodiya, adopta una extrema lentitud (54’03'' de duración total y 19’13'' el segundo movimiento, superando el récord absoluto de los 17’25'’ de Vasily Petrenko) y se acerca muchísimo a los dos últimos testimonios de Kurt Sanderling, con la Orquesta de Cleveland y con la Filarmónica de Berlín respectivamente. Y apenas con menor grado de genialidad: en el primer movimiento se podrá preferir el carácter de implacable denuncia –auténtico dedo en la llaga, y hurgando para producir el mayor dolor posible– que tenía su registro soviético, pero la fantasmagoría de los otros tres, nihilista a más no poder pero recreada sin caer en lo lastimero ni en lo mortecino, resulta escalofriante, siempre con la colaboración acertadísima de los solistas de la formación sajona.

Además, y al contrario que en registro de Melodiya, en el cuarto movimiento paladea mejor la música –hace caso omiso, como Sanderling, del tempo indicado por el compositor– y logra no precipitarse en su fascinante coda. Y en general los picos de tensión, sin ser ni mucho menos tan rabiosos como los del disco de los ochenta, ofrecen la potencia dramática que les faltaba a los de la Sinfonía nº 1 de la primera parte del mismo concierto. Una experiencia tremenda.

La orquesta, ni que decir tiene, destila su contrastada belleza sonora, particularmente en la cuerda grave, si bien es cierto que a lo largo de todo el concierto sufre alguna vacilación y que en el primer movimiento de la Decimoquinta (minuto 2:10-20:15) cae en algún serio desajuste. La toma sonora es francamente buena: sufre de la compresión dinámica propia de las retransmisiones radiofónicas, pero esta no resulta muy exagerada, al tiempo que el ingeniero de sonido consigue extraordinaria definición tímbrica y gran relieve. Muchas gracias, bruckner13.

7 comentarios:

Nemo dijo...

La sinfonía 15 de este compositor es de mis favoritas (de su catálogo). Mi referencia es la de Sanderling con Cleveland, si bien me encanta también la de Solti y la anterior de Rozhdestvensky, de su ciclo "ruso".

Esta nueva versión de Rozhdestvensky me ha parecido extraña, y necesito escucharla una vez más.

La Primera es verdad que está un tanto desvaída.

Sería bonito que Rozhdestvensky grabara un ciclo completo nuevo, antes de que sea demasiado tarde, con una buena orquesta.

¡Gracias a bruckner13 por el soplo!

Rafa dijo...

Ese otro estajanovista soviético, junto a Svetlanov, capaz de grabarlo todo y grabarlo bien (¡qué vibrante su ciclo Borodin con Estocolmo!). De nuevo, te recomiendo su Glazunov, es absolutamente bucólico y jubiloso. ¿Qué opinas de las transcripciones de los cuartetos de Shosty por Barshai, llamados erróneamente sinfonías de cámara? ¿Y de otros músicos soviéticos, como Kabalevski - tan caro a Toscanini-, el infravalorado Khachaturian o el prolífico Miaskovski?

Abrazos.

Cristian Muñoz Levill dijo...

Por muy canónico que pueda sonar, yo incluiría dentro de la trilogía de grandes intérpretes de Shostakovich al gran Mravinsky.
En cuanto a las interpretaciones, notable la Décimoquinta.

Unknown dijo...

¿Qué piensas de la integral de Kondrashin, Fernando? Es la que más oigo...

Rafa dijo...

Aprovecho esta (magnífica, como siempre entrada) para reivindicar la faceta de compositor de Igor Markevitch, tan vinculada a nuestro país (fue el primer titular de la Orquesta de RTVE): su ballet "El vuelo de Ícaro" me parece una de las cumbres del siglo XX.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias a todos por el interés mostrado.

La célebre Octava de Mravinsky la volví a escuchar hace poco (su segunda mitad por partida doble, además) y me sigue pareciendo soberbia, pero no estoy seguro de que el maestro terminara de comprender el universo del compositor. Esa manera de subrayar la última nota de la flauta, como queriendo abrir una puerta a la esperanza... No sé, no sé. Lo que sí sé es que no me interesa el modo en el que aborda la Quinta, algo que ya expliqué aquí:

http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2017/01/mravinsky-para-la-quinta-de.html

De Kondrashin solo conozco su integral parcialmente, pero sí que tengo unas cuantas sus interpretaciones de música de Shostakovich fuera de la misma. Me gustan mucho.


Las transcrpciones de Barshai las escucho con cierta frecuencia. Él fue, además, muy bien director de este repertorio.

Sanderling me parece otro enorme intérprete del autor, todavía mejor (incluso bastante mejor) que Barshai, pero por encima de todos los citados me quedo con el lírico Rostropovich y el virulento Rozhdestvenaky. Sin duda.


"El vuelo de Ícaro", de Markevich, a mí también me gusta mucho. Tuve la suerte de escuchar esta música en directo en los Proms de 1997. Saludos.

Bruno dijo...

Una digresión personal. A Rozhdestvenaky le escuché en directo en el primer concierto que asistí a la O RTVE. Hace unos 52 años. Ya estaba calvo. Recuerdo una Inacabada impresionante y el Monte Pelado. La orquesta me gustó, en comparación con la OMV de aquellos tiempos. Pero a distancia de la ONE que sonaba mucho mas conjuntada. Ese hombre hace música fluida, nada de artificios. Luego lo he escuchado en directo otras veces y en discos y siempre me ha gustado su naturalidad.
El crescendo del último tiempo antes de la irrupción del satánico es de lo mas claro que he escuchado.

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